Viernes
18 de julio de 2014
10:00
pm
Hay días que no se olvidan, y son esos que te acompañan el resto de tu vida.
Esta
noche, junto con mi hermano Totó, nos encontrábamos navegando en lo que eran
las aguas de la cocina. Uno pensará que es lo normal, lo más común que mi
hermano Totó y yo hacemos todas las noches. Pero están equivocados, hoy fue un
día icono, memorable…: el avistamiento del gran pez de luz. Un animal mítico,
que muchas veces estuvimos pensando de él, imaginando cómo sería y qué sentiríamos
a la hora de capturarlo. Sin embargo, nunca nos habíamos propuesto buscarlo y
atraparlo.
Sábado 19 de julio de 2014
8:00 pm
Mi hermano y yo estuvimos esperando todo el día. Nuestros
padres no se iban, estábamos desesperados. Por fin dieron las ocho de la noche
y se fueron. No teníamos problemas con eso, porque aun así teníamos en mente
otra cosa: capturar al gran pez de luz.
Como
solamente pensábamos en eso, a ninguno de los dos nos pasó por la cabeza tener
los preparativos necesarios para su captura. ¡Menuda ira que me llevé! Le grité a Totó que cómo podía ser que no se le hubiera ocurrido esa idea de tener listas
las cosas que ocuparíamos. Por supuesto que se enojó y me reclamó que no era
solamente culpa suya. Con esa pelea, se nos quitó el antojo de seguir navegando.
Domingo 20 de julio de 2014
9:00 pm
Hoy
no tuvimos el entusiasmo de salir a buscar el pez.
Lunes 21 de julio de 2014
5:00pm
Comúnmente nuestros padres se quedan con nosotros entre
semana, pero hoy este no fue el caso. Nos dijeron que hasta el jueves volverían
a estar junto con nosotros por las tardes, por la razón de que tienen que
resolver un inconveniente.
La
pelea con mi hermano ya había acabado, añadiendo el enojo que nos habíamos llevado
los dos. Así que, para celebrar tal acontecimiento, decidimos volver a buscar y
capturar a nuestro ser mítico... aunque se nos volvió a olvidar preparar las
cosas que ocuparíamos en su búsqueda y captura. Sin embargo, esta vez no le
grite a Totó ni él me reclamó. Habíamos aprendido la lección, así que decidimos
mejor esperar hasta mañana.
Martes 22 de julio de 2014
5:30 pm
Esta vez alcancé a decirle a mi padre si nos pudiera conseguir
una caña de pescar. Perplejo por el pedido, me preguntó para qué demonios iba a
utilizar eso, si ya no me bastaba con los tanques de oxígeno y la lancha. Pero
le hice saber que no podemos tener una navegación sin tener a nuestro lado una
buena caña de pescar. Con eso fui capaz de convencerlo. Seguramente lo hizo
porque no quiere arruinar mi diversión e imaginación de la infancia.
Me
dijo que me la traerá hasta mañana. Para tener ya todo listo para el gran día,
decidimos ir a observar al gran pez de luz, cómo se comporta y qué tendremos
que hacer mañana para lograr su captura.
Miércoles 23 de julio de
2014
8:00 pm
Mi padre me dio la caña de pescar alrededor de las tres
de la tarde. Claro que antes tuve que responder las dudas de mi madre de para
qué fin la utilizaré. Supongo que aceptó mis excusas por la misma razón por la que
las aceptó mi padre.
Cuando dieron las seis estábamos nerviosos. Aunque ya teníamos
todo planificado, no sabíamos cómo iba a salir ese gran momento. Teníamos con
nosotros mismos la caña de pescar, una red de pescar que nos habíamos encontrado
por ahí y el violín de Totó. Le encantaba tocar su instrumento algunas veces
cuando nos encontrábamos navegando, aunque era una total escoria para tocar
siquiera una sola nota.
Estuvimos navegando un buen rato. Empezamos a tener un
poco de miedo por no encontrar al pez. Cuando ya habían pasado alrededor de
treinta minutos de que zarpamos, oí el grito de mi hermano diciendo “¡Ahí está!”,
volteando hacia su dedo índice, indicándome en dónde se encontraba la leyenda
que íbamos a capturar… Ahí estaba, a poca distancia de nosotros.
Actuamos rápido, como lo habíamos practicado, Totó tomó
los remos y yo la caña de pescar, elevando la voz para que se acercara al pez y
pudiera lanzar el anzuelo, y con eso tener lista la red con la que lo
atraparíamos. Fue una batalla agotadora, tantos intentos, cada uno mejorando
las técnicas de captura, ¡más cerca, más cerca…! Pero todo fue en vano, todos
los intentos, fallidos.
Una vez que el ser mítico escapó, solamente me senté en
la lancha y me lleve las manos a la cara. Era muy fuerte ver cómo un sueño tuyo
se va poco a poco. Entre mis dedos vi cómo Totó agarraba su violín para tocarlo
y por eso me quité las manos de la cara para gritarle: “¡Imbécil, ni se te
ocurra tocar aunque sea una nota, que no ando de humor para escuchar tus
equivocaciones!”. Sin embargo, esas notas fueron distintas: parecía que el
violín sentía el ambiente de esperanzas perdidas. Escuchando unas hermosas
notas, mi cólera iba bajando poco a poco. Al rato, cuando Totó paró de tocar su
solo, la última nota hizo que llegara un cuerpo de gran volumen, aterrizando
justamente en la red, a nuestra disposición... ¡El gran pez de luz… a nuestra
merced!
Nuestras caras llenas de asombro. El violín era el
anzuelo, sin lugar a dudas. Solamente fuimos capaces de llevar nuestra caza a
un lugar donde lo pudiéramos colocar. No sabíamos qué hacer con él, seguíamos
perplejos. Seguramente mañana, ya que estén nuestros padres en la tarde, les
diré si pueden preparar esa majestuosidad para comer. No sé qué historia me
inventaré para no asustarlos.
Un
desafío, un sueño, uno al que en un principio nunca le habíamos puesto atención
alguna. No lo puedo creer. ¿Será que los sueños que nunca te propones convertirlos
en una realidad son aquellos que dan mejores resultados? No lo sé… A mi
parecer… sí.
Texto
escrito a partir del cuento “La luz es como el agua”, del escritor colombiano
Gabriel García Márquez.
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