domingo, 18 de junio de 2017

El hilo de mi vida




13 de septiembre de 1993.

Querida mujer misteriosa:

Sigo sin saber quién eres, cómo es que llegaste y por qué  decidiste llegar a mí.
Te escribo porque sigo desconcertado por tu llegada. Después de todo, todo sucedió hoy, en una mañana en la cual estaba caminando por el bosque cercano a mi casa. Una mañana en la cual estaba aburrido de mi vida. Una mañana en la cual odiaba vivir en el momento.
Decidí sentarme en un árbol y me quedé dormido. Pero, de repente, escuché tu voz en una especie de grito. Confundido, abrí mis ojos y te vi.
Para ser honesto, y espero que no te ofendas, parecías tener como cien años. Tu cabello era muy largo y muy blanco, tanto que aparentaba ser una cascada de nieve sin fin, de un paisaje donde parecía que reinaba el invierno.
No sé si eras adivina o telépata, pero leíste mi mente y supiste cuan harto estaba de mi vida. A lo mejor te sorprendas (o a lo mejor no, después de todo, eres una mujer que ha vivido muchas cosas) de cómo un niño  se pueda expresar así de su vida. Pero, como ya te diste cuenta, soy un niño muy impaciente y desesperado y, quién sabe, tal vez ni siquiera sé lo que estoy diciendo.
Pero lo que sí sé es que tú decidiste darme el regalo de poder viajar en mi propia vida por medio de esta pelota que contiene el hilo de mi vida. Solo tengo que jalar un poco del hilo y me transportaré a mi vida futura.
Puede ser que quiera jalar un poco de este hilo en este momento…
Con confusión, pero mucha emoción,

Pedro


13 de septiembre de 2001.

Querida mujer misteriosa:

Heme aquí. No parece que hayan pasado ocho años de la primera carta que te escribí; pero supongo que es porque en realidad, literalmente, no los han pasado. Tal vez para todos sí, pero para mí solo fue un cerrar de ojos.
Ahora soy todo un hombre. Bueno, no exactamente: soy un adolescente, que es bastante cerca de ser un hombre.
Conocí a una chica, se llama Elisa. Es muy bonita y creo que es más que una amiga. La vida de adolescente es más emocionante que la de un niño, porque, ya sabes, las experiencias en esta edad lo son todo para una persona.
Mi voz ha estado cambiado un poco,  y a veces se me va. Dicen que dentro muy poco se volverá más grave que antes. También me ha estado creciendo el pelo bastante, incluso hasta en partes donde no crecía. Aunque suene raro, todo esto es emocionante.
Pero para mí esto no es suficiente. Todavía quiero crecer aun más, ser más grande. Así que creo que jalaré un poco más el hilo.
Con aún más emoción,

Pedro


13 de septiembre de 2017.

Querida mujer misteriosa:

Ahora sí puedo decir que soy todo un hombre de verdad. Así es, es oficialmente. Tengo una esposa y dos hijos hermosos. ¿Recuerdas a Elisa? Pues sí, fue más que una amiga, se convirtió en mi esposa.
Tengo trabajo. En él me va bastante bien, para ser honesto. Soy gerente en un gran hotel llamado Cortez, y gracias a eso mis hijos pueden ir a fantásticas escuelas. Elisa es una gran psicóloga, ella también hace nuestras vidas mejores. Ella, como siempre, nos da de su alegría. A lo mejor me decida por pedirle ayuda con mi problema. ¿Recuerdas?: no puedo vivir en el momento, no lo puedo disfrutar.
Pero mejor no. Tal vez, si acelero un poco más mi vida, puede que me empiece a gustar un poco más. ¿Debería hacerlo? 
Con desidia,

Pedro


13 de septiembre de 2075.

Querida mujer misteriosa:

Como verás, ya soy todo un anciano. Tan viejo estoy que probablemente me parezca a ti, hablando de la edad. Tengo exactamente noventa años. Ya no siento emoción, apenas siquiera puedo escribir en este momento.
Elisa se murió hace un par años. Ella fue infeliz, a decir verdad. Se lo fui traspasando poco a poco, y esa alegría tan característica suya se esfumó, al igual que su vida.
Mis hijos casi no me visitan, y no los culpo. Si yo fuera mis hijos, tampoco me visitaría a mí mismo. Estuve mucho tiempo obsesionado con el tiempo, que nunca lo disfruté de verdad con las personas que más quería, pero que nunca se los dije o demostré. 
Quisiera ser un niño de nuevo. Yo sé que suena irónico,  ya que, cuando era un niño, no lo quería ser, y esa fue la misma razón por la cual estoy aquí, escribiendo esto.
Con nostalgia y tristeza,

Pedro


13 de septiembre de 1993.

Querida maravillosa mujer misteriosa:

¡No puedo creer lo que está pasando, y tampoco que sea un niño de nuevo! Es como despertarse después de una pesadilla. Solo que esta pesadilla duró años, toda mi vida.
Lo que había pasado era que yo volví a aquel bosque donde te encontré por primera vez. Me acosté y de nuevo me hablaste.  Al final te confesé, al igual que en las cartas, cómo me sentía. “Mi vida es miserable y ya no disfruto de tu regalo”, te dije. Claro, primero te indignaste. “Eres un desgraciado, pero igualmente te concederé un último deseo”, dijiste.
No sé cómo agradecerte esto, pues tú cambiaste mi vida. Me enseñaste el verdadero significado de la vida, y ahora te aseguro que disfrutaré cada segunda que me resta desde aquí.
Por fin, de verdad soy feliz.
Infinitamente agradecido,

Pedro

Texto basado en el cuento “Pedro y el hilo mágico”, de Robin Sharma.


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