sábado, 17 de junio de 2017

Una nueva vida llena de expectativas


Era un día muy tranquilo como cualquier otro en mis vacaciones. Realmente, a diferencia de anteriores ocasiones, no hice nada en verdad interesante o emocionante para lo que a mí respecta. Todo lo enfoqué en dos actividades: las clases de teatro en el Centro Estatal de las Artes y mi ingreso a la preparatoria.
Siendo sincero, fallé en algunas metas que me había propuesto para vacaciones, como estudiar inglés y matemáticas, porque soy bastante malo en esas dos materias en particular, y quería mejorar ambas áreas. Tuve todo el tiempo para hacerlo, pero se interpuso la flojera; creo que también influyó el hecho de que solo conté con un mes de vacaciones, cuando normalmente me daban hasta dos meses para descansar.
Por lo general me siento muy nervioso semanas antes de ingresar a otro grado, pero en esta ocasión me sucedió apenas un día antes de entrar a clases, o más bien al inicio del curso de inducción. Contaba las veinticuatro horas que me quedaban para iniciar; si mal no recuerdo fue un lunes, desde la mañana, y –no me dejarán mentir– hasta la madrugada.
Tuve una muy buena secundaria. Claro, enfrenté uno que otro problema, pero en general me fue realmente bien en el Salvatierra. Todo lo contrario al IVM, que solo estuve allí durante un año. Esa escuela no me gustaba para nada. La razón por la que entré al Salvatierra fue porque aquí estudiaban muchos amigos de la primaria; y por ahora creo que fue la mejor decisión que pude haber tomado.
En primera instancia, algo que me gusta de la preparatoria, en comparación con la secundaria, son los salones y el horario, ya que salimos dos horas antes; y, además, en el curso de inducción entrábamos a las ocho.
En secundaria nos informaron de los salones a los que nos tocaría acudir. Afortunadamente me tocó el 102, que es el que quería, por los compañeros que estarían. Comencé a darme cuenta de cómo se iban a desarrollar las clases, y para mi sorpresa es completamente diferente a mis expectativas del principio.
Yo entré bastante confiado, pensando en que iba a ser bastante fácil la preparatoria. Tal vez fue porque siempre me decían que ahí estaban las mejores fiestas y que sería la mejor etapa de mi vida, además de que las clases se terminan mucho más temprano en comparación con la secundaria.
Fue entonces cuando reflexioné sobre la siguiente palabra: “preparatoria”. Comencé a analizar y reflexionar sobre mi futuro, ya que solo me quedan tres años más para enfrentarme a la vida por mi propia cuenta. Por una parte, estaba agradecido porque hasta ese momento parecía ser que me iban a dar todas las herramientas necesarias para enfrentarme al mundo exterior; pero también estaba muy nervioso y me preguntaba si en verdad lograría ser un buen estudiante.
El curso de inducción estuvo lleno de sorpresas. Una de ellas fue la ridícula cantidad de alumnos que había en los primeros semestres. Nunca había visto algo así, y creo ser el único que se sorprendió. De la secundaria se fueron muchos a otras preparatorias; por ejemplo, al CETYS, la UVM, entre otras; pero en comparación al ciclo pasado ahora había el doble de alumnos, hasta parecía otra escuela. Tardé un poco en adaptarme, pero ya casi me aprendo los nombres de todos mis compañeros.
Mi temor no es la preparatoria, sino la universidad, y si no curso una buena preparatoria, mucho menos una carrera. Estoy bastante confiado en mis maestros, ya que creo en su sabiduría. Tengo ideales muy parecidos a los ellos. Espero saber muchas más cosas en unos años que en este instante, porque sé que me faltan muchas cosas por aprender, no solo en la escuela, también en teatro y en todas las actividades que realice durante estos seis semestres.
Quiero conocerme mejor y descubrir mi profesión. Mi objetivo no ha cambiado desde que terminé la secundaria, y es encontrar algo que realmente me guste hacer, y además que me pueda mantener económicamente de ello. Tengo varias opciones y espero decidir por la correcta.

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